jueves, 28 de junio de 2007

Capítulo 6


......la carta de "piiiiiiiiiiiiiii" (pitido de censura). Había recibido esa carta el día anterior; pero el trabajo y luego toda la tarde pasando cables en el velero había conseguido borrar de la cabeza del canoso, que la puta "piiiiiiiiiiiiii", en concreto el hijo de "piiiiiiiiiiiiii" de la "piiiiiiiiiiii", le había rechazado uno de los tres expedientes que tenía abiertos. De los otros, uno, que en teoría se tendría que resolver en una semana, ya llevaba más de un mes de retraso y la única respuesta que le daban a sus cada vez más histéricas llamadas era "estamos muy liados" Del otro trámite ni siquiera se molestaba en pensar, pues la misma funcionaria que le dio entrada le dijo, solo para sus oídos, "esto va para largo"
Al día siguiente, después de pedir licencia a su jefe, el canoso cogió un taxi y muy seguro de si mismo le dijo al taxista:
- A la "piiiiiiiiiiiiii".
- ¿?
- ¿Sabe donde está?
- Mmmmmm, estoooo, al final de Mesa y López ¿no?
- Eso es el arsenal de la Armada, mire mis ropas mi cara y mis melenas ¿me ve usted con pinta de militar?
El taxista, un poco nervioso, se concentra en la cara del canoso.
- Pues....... no.
- Yo quiero ir a "piiiiiiiiiiiiii"
- Creo que ya se donde es, un edificio grande, en la plaza de la Feria.
- ( Seco, muy seco ) Usted no da una, eso es la Comandancia de Marina, el equivalente al gobierno militar; pero para la Armada.
- Pueeeees, estooooo, ejem
- Arranque de una vez y yo le indico
A estas alturas es perfectamente distinguible una fina columna de humo saliendo por los oídos del otra vez cabreadísimo canoso, que no es precisamente el mejor estado para arrastrarse abyectamente hasta "piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii" para suplicar indulgencias.
Nada más entrar en el vestíbulo.................

miércoles, 27 de junio de 2007

Capítulo 5

................... desde tierra ya se había montado un operativo paralelo; los bomberos, avisados por el astuto patrón, desde el paseo marítimo y con la ayuda de escalas, habían evacuado a los tripulantes, visto lo cual y sin vidas que salvar, Caballero decidió no arriesgar ni su barco ni la vida de su dotación para salvar un pecio embarrancado, así que sin más dio por terminada la operación de salvamento y volvió al puerto dejando a su suerte al velero. Así estaban las cosas cuando al cabo de algunos días y en su por entonces mal español, Jean Cloud dijo a alguien que "en Francia rescatar barco" y este alguien, respaldado por lo que dijo un francés que apenas era capaz de pedir un café, se convirtió en un experto y aguerrido especialista en salvamentos de salón y sin más se puso a criticar la actuación de Caballero. Lógicamente cuando a este le llegaron noticias de su profesionalidad puesta en entredicho, cerró no ya el grifo de la amistad; si no cualquier contacto con Jean Cloud, negándole hasta el saludo.
Esta historia tiene un final digno de tan absurdo comienzo; las mareas y las olas fueron empujando al pecio dentro del tunel hasta dejarlo varado debajo de la ciudad. Me imagino la cara que pondrían los poceros al encontrarse en el alcantarillado de las Palmas un velero de 9 metros…..pero esa es otra historia.
Con esto dando vueltas en su cabeza y casi sin darse cuenta, el hombre canoso llegó hasta su casa, y aunque ya no estaba cabreado seguía con ganas de comerse a Cristo por los pies, así que con la mochila todavía a la espalda se zambulló en el frigo y se atracó de mala manera con lo primero que encontró, lechuga, huevos, una zanahoria aceptablemente fresca (el moho aun no había pasado de blanco a verde), yogur y una cucaracha que andaba despistada. Después de esa desatinada cena el hombre alto, melenudo, barbudo, canoso, excabreado y exhambriento, decidió dejar la televisión para otro día y acostarse, cuando vio sobre la mesa del salón algo que lo paralizó de terror...........

viernes, 22 de junio de 2007

Capítulo 4

¡el motor!, arrancaría el motor y todo resuelto. Lástima que ese rapto de inteligencia no le alcanzara para darse cuenta de que los cabos que no pudo cortar, con el cuchillo que no tenía, estaban en el agua, esperando a que la hélice empezara a girar para enredarse en ella, con lo que la situación dio una vuelta más de tuerca. No sé a quien se le ocurrió la magnifica idea de hechar el ancla para ganar tiempo e intentar algo, pero de seguro que no fue al patrón por una sencilla razón; en su velero no tenía ni cabo, ni cadena, ni ancla, que se dice bien. No había más solución que lanzar la llamada de auxilio que fue a parar a Caballero y que a la larga provocaría el desentendimiento con Jean Cloud.
A estas alturas de la cadena de despropósitos, ciertamente increíble, que arrastraba esa salida a navegar, se sumó un golpe de suerte también increíble; las olas, o la deriva de la corriente, o quizás las generaciones de marineros que a estas alturas debían estar retorciéndose en sus tumbas, llevaron al barco a la desembocadura del Ginigüada, un gran túnel que encauza por debajo de las Palmas las lluvias ocasionales. A este golpe de suerte le debieron el patrón y su tripulación seguir con vida; si el velero hubiera acabado en la escollera de tetrápodos a estas alturas no serían más que pienso para cangrejos.
Cuando Caballero y el salvamar llegaron hasta el velero embarrancado en la desembocadura del Guniguada..................

jueves, 21 de junio de 2007

Capitulo 3

……….. un salvamento que Caballero, que era así como se llamaba el homólogo español de Jean Cloud, realizó a un compañero de pantalán, muy popular él por las fiestas y barbacoas que casi todos los fines de semana montaba al pie de su velero. Incluso alguna vez traía chocolate caliente y churros y daba de desayunar a todo los armadores que encontraba en el pantalán.
Pues bien, este buen señor decidió un día salir a navegar con unos amigos, saltándose a la torera un parte meteorológico que daba avisos de temporal. El resto de la historia es un manual de como no se hacen las cosas; salieron solo con la vela de proa, con lo que además de desequilibrar el barco complicaba más las maniobras, y en vez de dejar mar a sotavento se pusieron a navegar tan pegaditos a la costa que se vieron obligados a virar tan oportunamente y con tal "pericia marinera" que las escotas se enredaron, quedándose a merced de las olas y buscando muy nerviosos (la escollera estaba a distancia de escupitajo) algo con que cortar el enredo de cabos. Lo asombroso, lo pasmoso, lo increíble, lo alucinante, es que en un barco de vela, es decir un mundo gobernado a base de cuerdas en todas sus manifestaciones, que era además conocido como la fuente eterna de carne a la brasa, no encontraron ni un cuchillo ni nada que cortara; ni navajas, ni tijeras, ni escalpelos, ni cortaúñas; la tripulación mirando alternativamente al la vela, que inútil gualdrapeaba al viento, al patrón, que de seguro querría estar en otro sitio, a las amenazadoras rocas cubiertas de espuma que ya podían oler y a las grandes olas que inexorablemente les acercaban al desastre, cuando una feliz idea iluminó el páramo de desesperación en el que nadaba el patrón……

¿Que idea se le ocurrió al astuto patrón?
Maña se sabrá

Capitulo 2

-¡Buenas noches Pepe! ¿Ya has acabado?
La pregunta vino de Jean Cloud, sentado como siempre en el banco de estribor de la bañera de su barco, uno de los veleros más cuidados del puerto. El nombre del canoso en boca de Jean Cloud sonaba divertido, una especie de Pepeeé que siempre caía en gracia al algo ya algo menos cabreado (aunque igual de hambriento) barbudo.
- Ya he acabado por hoy; pero mañana más.
En cuanto el hombre contestó Traviesa, la perrita teckel de Jean Cloud, dejó de jugar con los pies de su amo, volvió su cabeza sonriendo a Pepe, siguiendo la conversación que duró un bostezos y medio.
Ya camino de casa, el canoso pensó en Jean Cloud y en lo envidiable que era su vida; jubilado a una edad razonable, pasaba el tiempo puliendo su velero, jugando con su perrita, leyendo en la bañera acompañado de una copa de vino, estudiando español, o disfrutando haciendo algunas chapucillas en otros barcos y por las que encima le pagaban. Siguiendo el hilo de Jean Cloud y su jubilación llegó al de su trabajo; patrón de un barco de salvamento, y en la coincidencia de que en el pantalán había otro con el mismo oficio; aunque todavía en activo y español, tenían en común el amor por el mar, por su velero y por las cosas bien hechas, lo que hacía aun más triste el hecho de que no se hablaban, todo por un absurdo malentendido que ocurrió a raíz de……


otro día más

Capitulo 1

Es de noche y la oscuridad sería total, si no fuera por las luces que llegan al pantalán de los veleros que están atracados de popa y de los faroles que cada 10 metros iluminan los grifos de agua y las acometidas eléctricas que sirven a los yates. Es gracias a estas luces que un hombre alto, con una canosa melena que amarillea por culpa del sol, una descuidada barba y aspecto cansado, consigue salir trastabillando de su velero, blasfemando entre dientes y casi tropezando con la manguera que el desastre de vecino que le ha caído en suerte siempre deja tirada.
La noche es silenciosa pero no del todo, pues además de los juramentos que sigue lanzando el canoso, quizás por los crujidos que salen de su espalda al enderezarse, después de estar toda la tarde doblado pasando cables por las taquillas de estribor, tambien se escuchan los rugidos de su vientre, sintoma de un hambre canina por pasar todo el día con un bocadillo y unas galletas revenidas que una chica olvido hace algún tiempo en un pañol.
Después de enderezarse el hombre alto, enfadado, dolorido, y hambriento recogió la mochila que había tirado al pantalán desde el barco y se dirigió a la salida, cuando una voz le llamó..........

Otro día seguiremos contando quien llamó al barbicano