................... desde tierra ya se había montado un operativo paralelo; los bomberos, avisados por el astuto patrón, desde el paseo marítimo y con la ayuda de escalas, habían evacuado a los tripulantes, visto lo cual y sin vidas que salvar, Caballero decidió no arriesgar ni su barco ni la vida de su dotación para salvar un pecio embarrancado, así que sin más dio por terminada la operación de salvamento y volvió al puerto dejando a su suerte al velero. Así estaban las cosas cuando al cabo de algunos días y en su por entonces mal español, Jean Cloud dijo a alguien que "en Francia rescatar barco" y este alguien, respaldado por lo que dijo un francés que apenas era capaz de pedir un café, se convirtió en un experto y aguerrido especialista en salvamentos de salón y sin más se puso a criticar la actuación de Caballero. Lógicamente cuando a este le llegaron noticias de su profesionalidad puesta en entredicho, cerró no ya el grifo de la amistad; si no cualquier contacto con Jean Cloud, negándole hasta el saludo.
Esta historia tiene un final digno de tan absurdo comienzo; las mareas y las olas fueron empujando al pecio dentro del tunel hasta dejarlo varado debajo de la ciudad. Me imagino la cara que pondrían los poceros al encontrarse en el alcantarillado de las Palmas un velero de 9 metros…..pero esa es otra historia.
Con esto dando vueltas en su cabeza y casi sin darse cuenta, el hombre canoso llegó hasta su casa, y aunque ya no estaba cabreado seguía con ganas de comerse a Cristo por los pies, así que con la mochila todavía a la espalda se zambulló en el frigo y se atracó de mala manera con lo primero que encontró, lechuga, huevos, una zanahoria aceptablemente fresca (el moho aun no había pasado de blanco a verde), yogur y una cucaracha que andaba despistada. Después de esa desatinada cena el hombre alto, melenudo, barbudo, canoso, excabreado y exhambriento, decidió dejar la televisión para otro día y acostarse, cuando vio sobre la mesa del salón algo que lo paralizó de terror...........
Esta historia tiene un final digno de tan absurdo comienzo; las mareas y las olas fueron empujando al pecio dentro del tunel hasta dejarlo varado debajo de la ciudad. Me imagino la cara que pondrían los poceros al encontrarse en el alcantarillado de las Palmas un velero de 9 metros…..pero esa es otra historia.
Con esto dando vueltas en su cabeza y casi sin darse cuenta, el hombre canoso llegó hasta su casa, y aunque ya no estaba cabreado seguía con ganas de comerse a Cristo por los pies, así que con la mochila todavía a la espalda se zambulló en el frigo y se atracó de mala manera con lo primero que encontró, lechuga, huevos, una zanahoria aceptablemente fresca (el moho aun no había pasado de blanco a verde), yogur y una cucaracha que andaba despistada. Después de esa desatinada cena el hombre alto, melenudo, barbudo, canoso, excabreado y exhambriento, decidió dejar la televisión para otro día y acostarse, cuando vio sobre la mesa del salón algo que lo paralizó de terror...........
No hay comentarios:
Publicar un comentario