martes, 14 de agosto de 2007

Capítulo 23

.........remontada contra el alísio que el barbicano, en compañía de Miguel, un amigo común natural de Cádiz, todo sal y desparpajo el, hizo con su velero. Esta travesía desde Arguineguin a Las Palmas, fue la repetición de otra que el pelicano y Viki abortaron a causa de un rapto de cordura que les atacó a 47 nudos nada más asomar la nariz por punta Tenefe, y es que 47 nudos es mucho viento para asomar la nariz; de hecho casi la pierden, la nariz quiero decir.
Ese glorioso día el patrón canoso decido zarpar muy temprano, en la esperanza de madrugar más que el viento ¡Pobre esperanza, que despeinada acabó!
Las primeras horitas las hicieron, bailando con delfines, navegando con el motor y el piloto automático; ni siquiera tenían viento. Eso cambió cuando tuvieron al Castillo del Romeral por el través de babor, con unas rachas que aparecieron justo por la proa. A pesar de anteriores experiencias el barbicano estaba optimista y decidió aprovechar este incómodo viento; sacando un poco de trapo y ciñendo a rabiar por babor, con un rumbo que oscilaba, según las rachas, de 100 a 115 grados. Los rociones empezaban a llegar en abundancia sonando como perdigones en la ropa de agua; sin embargo el día era precioso y las olas, cada vez más grandes, trasmitían sensación de poder; la moral estaba alta, por no decir erecta. Así andarían ciñendo unos 40 minutos con el viento arreciando y la hélice del generador eléctrico -una especie de molino de viento muy ruidoso- aullando salvajemente en la popa. El anemómetro también andaba un poco loco allá en el punta del palo, dando una velocidad de viento de 45 nudos cuando el mástil oscilaba a sotavento al remontar las olas, y de más de 50 cuando en la cresta el velero se balanceaba cuesta abajo; un viento que alguien menos fino que el barbas catalogaría como "un viento de la hostia"
Empezó a ser evidente que la cosa estaba seria y que además, navegando contra el viento, la corriente y las olas no estuvieran ganando barlovento, así que el patrón ordeno una bordada hacia tierra, ciñendo al borde del desvente para confirmar sus tristes presagios, la proa apuntaba prácticamente al mismo lugar donde antes apuntaba la popa; lo que habían ganado era insignificante. Pero eso no fue lo peor. El patrón estaba pensando si arrancaba o no el motor, cuando en medio de una racha particularmente fuerte sonó una detonación formidable a la vez que en la bañera rebotaba una granizada de metralla de color negro..........

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