…….. destello de sol en el agua; pero eso era lo de menos por que el ya no estaba en el velero. Asombrado miró a su alrededor, estaba en una lancha llena de adornos de estilo barroco, tan recargada que parecía imposible que pudiera flotar, gobernada desde la popa por un tipo silencioso vestido con una túnica con capucha. El canoso intentó verle la cara al timonel, un poco asustado él ¿no estaría en la famosa barca de Caronte al mando de la chica de la guadaña? Una atenta observación le tranquilizó; en realidad el timonel era un monje, además franciscano. Nada más caer en la cuenta de la identidad del patrón y como por arte de magia dejo de extrañarle la situación. Estaba navegando por un canal muy ancho que circulaba y se bifurcaba continuamente dentro de una extraña ciudad. Atracados en las orillas del canal había grandes navíos de dos y tres puentes, tan ornamentados como antes lo estaba su propia falua que había cambiado ostensiblemente mientras miraba el paisaje, ahora el casco era de color blanco, las regalas y los bancos de los remeros por el contrario eran de madera tan pulida que las nubes se reflejaban en ellos, sobre los bancos había 20 remeros uniformados de blanco que remaban con un acompasamiento irreprochable y justo a su lado el timonel, que ya no vestía hábitos, gobernaba con expresión serena. Así mismo el aspecto del barbicano había cambiado; su melena ya no era blanca y vestía con una pulcritud desconocida en el, una casaca azul con charreteras, pantalones blancos y botas hessianas. Todo esto le daba un aspecto imponente y le llenaba tanto de orgullo que parecía imposible que la lancha no se hundiera al momento. Este orgullo no se deshinchaba siquiera por el hecho de que por muy al mando que estuviera de la falua no tenía ni idea de adonde le llevaba el timonel........
miércoles, 1 de agosto de 2007
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